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El quehacer de las mujeres está signado por la jornada laboral, el cuidado de la casa y de la familia, trabajos que no son remunerados pero que ocupan energía y tiempo.

Es por eso que la posibilidad de ocio está muy restringida y casi no sucede.

Algunas mujeres encuentran intersticios en la posibilidad de un tiempo para sí mismas: contemplar un paisaje, leer, pescar, bañarse en el mar, juntar caracoles en la playa.

Lejos de ser un deseo superfluo, el ocio constituye una necesidad fundamental para las mujeres que defienden este derecho, muchas veces en soledad, más allá de cualquier imposición o condena cultural.

Todas ellas transmiten belleza y plenitud.

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